Por: Carlos Andrés Zuluaga marín
instagram: @rionegro_historico
Ya que se ha hablado tanto hoy de que pasó durante el suceso, contemos algo diferente:
A Rionegro se venía desde Bogotá hace 160 años por caminos de agua y de cascajo. Después cumplido un lento itinerario que incluía la población de Guaduas, se descendía al Magdalena por trochas que obstaculizaban las lianas y los helechos. Al llegar al Río Nare, el viajero lograría ya una ilusión de acercamiento con el lugar de destino, al recordar que esas aguas eran las mismas que ya habían pasado con el nombre de Río Negro. Sin embargo desde allí hasta llegar a este solar nativo de los Córdovas debía emplear cuatro días muy bien contados.

Los convencionistas del 63, salvo algunas excepciones, pasaron estos mismos caminos para reunirse en la histórica asamblea: Rafael Nuñez, Aquileo Parra, Salvador Camacho Roldán, José María Rojas Garrido. En su camino por las fondas antioqueñas compartirían no pocas veces con arrieros que transportaban a la ciudad las cajas con velas de sebo de Cuba y las zarazas moradas; apurarían una copita de mistela o de aguardiente para reducir la ansiedad de las largas etapas de viaje. Pasando la noche en aquellas posadas, abrigo de caminante, donde había retablos de la Virgen del Carmen en medio de frascos con desteñidas flores de trapo.

En una habitación, sencillos cristianos que antes de entregarse al sueño rezaban el Rosario en alta voz; en otra, personajes que hacían la historia de la nación y discutían en esas soledades de cosas tan extrañas para los demás oyentes, como el derecho de tuición,, de las monjas exclaustradas y de los bienes de manos muertas.
Si hubo alguna imponderante razón de carácter político para elegir a Rionegro como sede de la Convención, esa razón sigue ajustada a diferentes hipótesis, más no una sola verdadera.
Salvador Camacho Roldán dijo que allí “creyó encontrar el general Mosquera un centro liberal y un pueblo muy adicto a su persona”.
De ninguna manera, el resentimiento y repudio del pueblo de Rionegro hacia Mosquera era absoluto. No solo fue una lengua viperina para generar odios de Bolívar en contra de José María Córdova, sino que hizo fusilar a Salvador Córdova y Manuel Antonio Jaramillo en Cartago. Los últimos defensores de las banderas del Héroe.
Aunque con el pasar de los días todo odio se fue diluyendo. A pesar de que hubo muy poco tiempo para las reuniones en los 105 días que duró la Convención, tuvieron 143 sesiones, no faltó el banquete animado con la polca y la contradanza, ofrecida por Rudesindo Lince y Doña Froilana Saénz de Montoya.
Entre copa y copa su pudo haber definido que la capital oficial del país iba a ser por primera vez Bogotá, y no ciudad de Panamá. Amenazante Mosquera lanzaba gritos anunciando que separaría el Estado del Cauca de los demás Estados, si la Convención no aprobaba el Pacto de Unión que aún regía. Finalmente hubo acuerdos entre las partes
La Convención de Rionegro fue el acontecimiento más importante y trascendental del Liberalismo en Colombia en el siglo XIX. Aunque imperfecta, la Constitución que aquí se dictó, fue un instrumento de liberación, independencia de muchos resabios, prejuicios y fanatismos que aún continuaban encallados desde la Colonia. Impulso para el salto que no había acabado de dar el país, del mundo viejo, del anquilosado tradicionalismo, al mundo nuevo. Una revolución por lo menos en las intenciones de aquellos discursos románticos pero elocuentisimos que allí se oyeron. Por todo esto la oposición que partió desde el oscurantismo de la constitución Nuñista de 1886, y que llenó de tinieblas nuestra patria hasta 1991, ha tratado de desacreditarla.
En las crónicas que estaré publicando próximamente incluiré detalles y minuncias de aquel histórico evento. También un análisis de cómo elaborar realmente un paralelo entre las ambiciones y propuestas político administrativas de ese entonces y la realidad actual del país que pide a gritos una reforma federaista de distribución del poder.