El Camino de Santiago discurre por una España casi siempre ajena a los ojos del turista, ya de por sí un ser distraído. El Camino transcurre por pueblos solitarios de uno o dos callejones estrechos, con filas de caserones viejos, portones grandes y frontones estrechos.

Se ve que tienen todo: hay placas del servicio de electricidad, del acueducto, del gas, hay surtidores para los bomberos en caso de incendio y avisos que dicen que están asegurados.

En estas calles no hay huecos, las señales de tránsito son ciertas, están limpias porque el progreso lo cubre todo. Pero los caminos solo van. Una agencia inmobiliaria o dos ofrecen todas las casas. En estos pueblos no hay nadie.

patrocinadores